Por: P. Feliciano Rodríguez Domínguez, Párroco

La historia del surgimiento de Juncos está atada directamente a los eventos y controversias acaecidos con los “partidos” o territorios de Las Piedras y Humacao. Las Piedras tenía su poblado e iglesia levantados, pero el templo experimentaba “destrucción o estado ruinoso, lo que había motivado la erección de la de Humacao” (así se informaba en el año de 1766, según consta en el folio 4-b del Documento titulado “Testimonio del Expediente sobre translación de la Iglesia Parroquial Las Piedras al sitio de Juncos”, que se conserva en los archivos de nuestra Parroquia de Juncos^[1]. Con todo, los vecinos de Las Piedras pedían insistentemente que se mantuviese su poblado separado del de Humacao y que se les permitiese levantar nuevamente su templo. El de Humacao sería reconocido como pueblo con sus diversos organismos oficiales en el 1781.

Primer acuerdo sobre el nacimiento de Juncos

El 3 de agosto de 1792, a petición de los vecinos de Las Piedras, Gurabo y Juncos, se propuso al gobierno la demarcación de una nueva población, distinta de la de Humacao, quedando Juncos como cabecera de ese nuevo territorio. Con ello se mandó trasladar la Iglesia Parroquial de Las Piedras a Juncos, razón por la cual llevan el mismo nombre. No se trató, en ese momento de una nueva parroquia con el mismo nombre, sino del hecho que la Parroquia de Las Piedras pasó a Juncos, y se clausuró totalmente la de Las Piedras. Los terrenos de la Iglesia en Juncos fueron donados por Don Martín de Algarín y Mateo de Peña, heredero de Doña María de Rivera. La población era de unas mil personas en el territorio comprendido por Juncos y áreas vecinas.

La controversia se recrudece

La Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción

Juncos nació en 1797, cuando fue fundada su iglesia bajo el título de la “Inmaculada Concepción”. La Legislatura de Puerto Rico reconoció el valor de esta edificación cuando la declaró “Monumento histórico” por medio de la Ley 005 del 6 de enero de 1999. Al cumplirse el bicentenario de la fundación de la ciudad y de su iglesia, se creó el “Comité Bicentenario de Juncos, Inc.” (registrado el 9 de abril de 1999) con el fin de promover los valores históricos de Juncos, preservar el Monumento y desarrollar los procesos conducentes a su restauración.

Entre los legados que conserva este templo, además de su propia estructura de 211 años, se encuentran los libros históricos desde su fundación. El “Testimonio del Expediente sobre el traslado de la Iglesia Parroquial de Las Piedras al sitio de Juncos”, mandado a liberar por el Obispo Juan Alejo de Arizmendi en marzo de 1808, es una fuente primaria obligatoria para todo el que desee conocer la historia de estos dos municipios a fines del siglo XVIII, y para tener una idea de los procesos de levantar un pueblo en Puerto Rico en esa época. Se encuentra intacto en el archivo parroquial de Juncos.

El templo, además de la historia de su registro bautismal (que constituía el “registro demográfico” oficial bajo el Imperio Español), representa el lugar de mayor confluencia de pueblo en la historia de Juncos, si consideramos que ha estado en uso ininterrumpido, por más de doscientos años, siendo testigo de nacimientos, bautismos, bodas, funerales, fiestas anuales del pueblo, educación, aliento moral e, incluso, enterramientos que subyacen bajo el mismo edificio. Como parte del culto que se ha realizado en el templo se conservan y acumulan obras de valor artístico, como el ostensorio de plata repujada, que cuenta con cerca de un siglo de existencia, cruz procesional de plata, campanas centenarias, y obras del destacado pintor junqueño Frank Vaz.

Su proceso de construcción se inició antes de 1797. La primera restauración tuvo lugar 70 años después de su inicio, tras el terremoto del 18 de noviembre de 1867. Una restauración mayor se llevó a cabo nuevamente, bajo la dirección de los padres del Espíritu Santo, culminando en el año 1961, en que se incorporaron arreglos de mármol en el santuario y altares laterales, el comulgatorio y el ambón, sagrario, nuevas campanas, y alteraciones a la estructura (anexo de la casa parroquial y del colegio católico, alteraciones al coro, mobiliario, reloj, ventanas “falsas” frontales, y otros). La restauración de 2011 respeta sus elementos más genuinos y originarios, contribuyendo así a una mayor valoración del mismo.

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