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Lecturas del segundo domingo de Cuaresma PDF Imprimir
Viernes 18 de Marzo de 2011 08:04

Primera Lectura: Génesis 12, 1-4

En aquellos días dijo el Señor a Abram: “Deja tu país, a tu parentela y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te mostraré. Haré nacer de ti un gran pueblo y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre y tú mismo serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. En ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra”. Abram partió, como se lo había ordenado el Señor.

Salmo Responsorial  (32)     R/. Señor, ten misericordia de nosotros.

Sincera es la palabra del Señor
y todas sus acciones son leales.
Él ama la justicia y el derecho,
la tierra llena está de sus bondades. R/.
Cuida el Señor de aquellos que lo temen
y en su bondad confían;
los salva de la muerte
y en épocas de hambre les da vida. R/.
En el Señor está nuestra esperanza,
pues Él es nuestra ayuda y nuestro amparo.
Muéstrate bondadoso con nosotros,
puesto que en ti,Señor, hemos confiado. R/.

Segunda Lectura:  2ª Timoteo 1,8-10

Querido hermano: comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. Pues  Dios es quien nos ha salvado y nos ha llamado a que le consagremos nuestra vida, no porque lo merecieran nuestras buenas obras, sino porque así lo dispuso Él gratuitamente. Este don, que Dios ya nos ha concedido por medio de Cristo Jesús desde toda la eternidad, ahora se ha manifestado con la venida del mismo Cristo Jesús, nuestro Salvador, que destruyó la muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y de la inmortalidad, por medio del Evangelio.

Evangelio según San Mateo 17, 1-9.

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con Él a un monte elevado. Ahí se transfiguró en su presencia: su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. De pronto aparecie-ron ante ellos Moisés y Elías conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bueno sería quedarnos aquí! Si quieres, haremos aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Cuando aún estaba hablando, una nube luminosa los cubrió y de ella salió una voz que decía: Este es mi Hijo  muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”.  Al oir esto, los discípulos cayeron rostro en tierra, llenos de un gran temor. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: “Levántense y no teman”. Alzando entonces los ojos, ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No le cuenten a nadie lo que han visto, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos”.

Ultima actualización ( Martes 26 de Julio de 2011 21:06 )