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Lecturas del decimoquinto Domingo PDF Imprimir
Martes 26 de Julio de 2011 21:10

Primera Lectura: Isaías 55, 10-11

Esto dice el Señor: “Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así sera la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión”.

 

SALMO RESPONSORIAL  (del salmo 64)

R/.  Señor, danos siempre de tu agua.

Señor, tú cuidas de la tierra,
la riegas y la colmas de riqueza.
Las nubes del Señor van por los campos,
rebosantes de agua, como acequias. R/.

Tú prepares las tierras para el trigo:
riegas los surcos, aplanas los terrenos,
reblandeces el suelo con la lluvia,
bendices los renuevos. R/.

Tú coronas el año con tus bienes,
Tus senderos derraman abundancia,
están verdes los pastos del desierto,
las colinas con flores adornadas. R/.

Los prados se visten de rebaños,
de trigales los valles se engalanan.
Todo aclama al Señor.
todo le canta. R/.

 

Segunda Lectura: Romanos 8, 18-23

Hermanos: Considero que los sufrimientos de esta vida no se pueden comparer con la gloria que un día se manifestará  en nosotros; porque toda la creación espera, con seguridad e impaciencia, la revelación de esa gloria de los hijos de Dios. La creación está ahora  sometida al desorden, no por su querer, sino por voluntad de aquel que la sometió. Pero dándole al mismo tiempo esta esperanza: que también ella misma va a ser liberada de la esclavitud de la corrupción, para compartir la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos, en efecto, que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto; y no solo ella, sino también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.

 

Aclamación al Evangelio

R/.  Aleluya, aleluya.

La semilla es la Palabra de Dios y el sembrador es Cristo; todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre .

R/. Aleluya, Aleluya.

 

Evangelio Según San Mateeo 13, 1-23

Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió en torno suyo tanta gente, que Él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo: “Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a lo largo del camino, vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantas. Otros granos cayeron en tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, setenta; y otros, treinta. El que tenga oídos, que oiga”. Después se le acercaron sus discípulos y le preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?”. Él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos, pero a ellos no. Al que tiene, se le dará más y nadará en abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: “Oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos, ni oir con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve. Pero dichosos, ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron. Escuchen, pues, ustedes, lo que significa la parábola del sembrador. A todo hombre que oye la Palabra del Reino y no la entiende, le llega el Diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron  a lo largo del camino. Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la Palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero como es inconstante, no la déja echar raíces, y a penas le viene una tribulación o una persecusión por causa de la Palabra, sucumbe. Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la Palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto. En cambio, lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la Palabra, la entienden y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta”.