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Celebrar la Liturgia como comunidad de fe PDF Imprimir
Martes 02 de Marzo de 2010 22:09

Algunos principios que rigen la Liturgia

  1. La liturgia es el culto público oficial de la Iglesia, en que Dios bendice a su pueblo, y éste celebra el misterio pascual, adorando y ofreciéndose al Padre, por Cristo, en el Espíritu Santo.

  2. La Liturgia es una acción de toda la Iglesia: Cabeza y miembros. Es Dios mismo quien celebra en su pueblo, y éste en Dios-Trinidad.

  3. Es una acción que requiere, pues, la fe: la adhesión de toda la conciencia y la persona a Dios-Trinidad y al proyecto del Reino que Jesús instauró.

  4. Lo que se celebra es el misterio pascual de Cristo, que realiza la salvación y la renovación constante de la humanidad y del universo, contribuyendo así a la construcción del Reino de Dios desde su fundamento, que es la fuerza y esperanza de Dios mismo.

  5. No es un mero recuerdo, sino un memorial. No es mero recordar, sino re-vivir. En ese sentido re-vive el sacrificio de Jesús: su ofrecimiento al Padre por la humanidad, que hace que termine todo otro régimen de sacrificios.

  6. Es encuentro, asamblea o convocación del Pueblo de Dios, de la manera más solemne (aunque sea muy sencilla en su expresión). Por esa razón, la Liturgia re-crea a la Iglesia en su sentido más fundamental, que es su condición de ser misterio de comunión, ser ella misma con-vocación, ekklesía. No se puede ser iglesia sin ser y sin hacer encuentro de Pueblo de Dios. La Liturgia hace a la Iglesia, la re-hace, la re-une y la re-nueva. La convocación del Pueblo de Dios la hace Dios mismo, y en nuestra tradición católica esa convocación es genuina cuando la realiza la autoridad competente: el Obispo personalmente o a través de los ministros que ha delegado para ello.

  7. Este encontrarse-en-Dios se expresa en la reunión, los ministerios y servicios para facilitar la acción litúrgica y la participación de todos/as, la oración común (no el rezo meramente privado), los gestos comunes, el canto en común… Participación que debe ser “plena, activa, consciente, fructuosa” (Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Liturgia, núm. 11 y otros).

  8. El misterio de la Iglesia es, en el fondo, el misterio de Dios que “deja ver” su presencia en su pueblo. Por eso, la Liturgia “produce” o genera diversas formas de presencia de Dios: en la Palabra proclamada, en los sacramentos, en la oración, en los ministros y ministerios, en la misma asamblea reunida (“donde dos o más se reúnan en mi nombre, allí estoy yo en medio…”).

  9. La Liturgia es, pues, esa presencia en su máxima expresión, por lo que cada uno de los elementos que la componen se vive y presenta con “solemnidad”: la Palabra, la oración, los ministerios... La “solemnidad” no consiste en “seriedad”, pomposidad o afectación (falsa altanería), sino en ser lo que se es, lo que debe ser cada cosa y cada persona en la celebración, y serlo con autenticidad y transparencia. La solemnidad procede de la auténtica participación de todos/as: hacer cada uno todo y sólo lo que le corresponde.

  10. La Eucaristía, sacramento “normal” de congregarse el Pueblo de Dios ya iniciado, es la fuente y la cumbre de la vida cristiana. En ella se genera la vida normal de la Iglesia y se revive el misterio que somos. Es el paradigma de la espiritualidad. Por eso, además, no permite que se la “apropie” nadie en particular para hacer de ella un foro de sus expresiones privadas, estilos espirituales o devocionales particulares, etc.

  11. La Liturgia consagra, santifica, la vida y la historia, tiempo y espacio, hechos y personas... la cultura. Mas que ir a ella a “buscar” sanaciones o respuestas muy particulares, se va a renovar el universo entero, la humanidad, la Iglesia, la cultura… sin quitar que todo lo específico cabe en ella y, de hecho, Dios lo puede conceder. Hay que realizar un constate esfuerzo de “inculturación” de la liturgia para hacer de ella un encuentro-comunicación pertinente y creíble en cada época y lugar. Pero la inculturación, proceso dinámico, tiene que hacerse con el espíritu litúrgico, esto es: en comunión con el resto del Pueblo de Dios, no con meras improvisaciones particulares y mucho menos en contra de la comunión de la fe y la adhesión a los pastores.

  12. La liturgia, por lo que se acaba de decir, es “escatológica”: une el presente con la eternidad; “adelanta” el final (“escatón”) y lo inserta en el hoy. Introduce, pues, el germen de la resurrección y la vida eterna en el día a día, haciendo que la historia se convierta en escenario de salvación.

  13. La Liturgia nace de la vida y desemboca en la vida. El ofrecimiento a Dios tiene que “traducirse” en entrega a los demás, a la renovación de la sociedad. Es llamado y a la vez, misión o envío.

  14. Para el católico, no se puede vivir sin la Liturgia: ella es parte esencial de su espiritualidad, de su itinerario de fe-vida. Es antídoto al individualismo y aislamiento, que son, en el fondo, el verdadero pecado, porque descomponen la comunión que Dios soñó para el uni-verso: “que todos sean uno”.

Ultima actualización ( Viernes 28 de Enero de 2011 00:09 )