Diócesis de Caguas, Puerto Rico ●  Obispado de Caguas
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Declaración de la Diócesis de Caguas sobre la actual situación social
y la Campaña Eleccionaria de 2012

“No devuelvan a nadie mal por mal, y que todos puedan apreciar sus buenas disposiciones.
Hagan todo lo posible para vivir en paz con todos.” Romanos 12,17-18

“El Hijo de Dios, al unirse a la naturaleza humana, redimió al ser humano y venció la muerte con su propia muerte y resurrección”[1]. Esta unión con lo humano, lleva a que la Iglesia, Cuerpo de Cristo,  participe “de los gozos y esperanzas, las penas y alegrías de sus hijos, y que camine a su lado en este período de tantos desafíos, para infundirles siempre esperanza y consuelo”[2].

Nuestra situación como pueblo y la campaña electoral

Al mirar algunos de esos desafíos en cuanto se refieren a Puerto Rico, constatamos la crisis estremecedora por la que atravesamos como pueblo, expresada en aspectos tales como el crecimiento de la pobreza, la crisis económica, la violencia, el narcotráfico, la corrupción, el deterioro de la salud y el desasosiego general. Las personas, familias, comunidades e instituciones están siendo afectadas a todos los niveles.

Sabemos que hay raíces profundas para esta situación, que  deben enfrentarse en el corto, mediano y largo plazo. En lo más inmediato, en este momento pre-eleccionario, hacemos un llamado a todo el pueblo, y a los partidos políticos y candidatos, para que abordemos estas situaciones unidos, y a que evitemos que la campaña se reduzca a la mera búsqueda del triunfo electoral. Invitamos a que el liderato político del País se abra a un diálogo nacional que asuma este desafío de soluciones de fondo, incluido el debate responsable y en consenso sobre el futuro del estatus político de Puerto Rico.

Exhortamos a que cada líder y partido político presente un plan o programa de acción que pueda ser estudiado con tiempo y profundidad por el pueblo, para no basar las campañas solamente en eslogans superficiales, concursos de simpatías, fanatismos o personalismos. La crisis de Puerto Rico requiere una respuesta a la altura de nuestra actual situación; lo contrario sería la búsqueda del poder por el poder, algo que debe ser denunciado como inmoral y más en las presentes circunstancias del pueblo.

Además, las propuestas a ser presentadas deben responder a una visión integral del desarrollo de la persona y la sociedad, no sólo a la búsqueda del mero bienestar económico. Se hace urgente atender los reclamos de amplios sectores para la generación de empleos, la salud, la protección de los recursos ambientales, el fortalecimiento del núcleo familiar, la seguridad de los vecindarios, una educación libre de banderías políticas, una solidaridad efectiva de parte del liderato político hacia la suerte de los pobres y desempleados, y, en general, el mejor uso de los medios económicos y del talento con que cuenta nuestro País.

Campaña de Respeto y Paz 2012

Sabemos que ningún partido o líder político tiene todas las respuestas o alternativas en sus manos, y que como pueblo debemos empeñarnos al máximo para encontrar soluciones creativas y efectivas. Eso nos mueve en primer lugar a una campaña de oración para que los candidatos y candidatas crezcan en el don del discernimiento y para que como pueblo nos conduzcamos con total responsabilidad, madurez y apertura ante los desafíos que se nos presentan. Nuestra Iglesia de la Diócesis de Caguas, con su red de comunidades y parroquias, ofrece su fe, oración y talentos para que, en conjunto con el resto de la sociedad civil, identifiquemos salidas dignas y respetuosas a nuestros problemas. Invitamos al liderato de todas las facciones políticas a abrirse igualmente en esta búsqueda, más allá de sus propios partidos y preferencias. El momento que vivimos exige apertura, respeto a la diversidad y a la disidencia, y consensos responsables y amplios.

Desde la pastoral social de la Diócesis, promoveremos una Campaña de Respeto y Paz que retome la importancia de los valores de la verdad, justicia, amor y libertad como medios para obtener el bien común, “…para que la renovación de la vida pública esté ligada a un efectivo respeto de estos valores”[3]. En esa Campaña oraremos comunitariamente, mes tras mes, por nuestros líderes, y centraremos la reflexión en la búsqueda del bien común, basados en la doctrina social cristiana, que “interpela la conciencia en orden a reconocer y cumplir los deberes de justicia y de caridad en la vida social”[4]. Reafirmaremos una vez más la exigencia de que en el debate político se respete la dignidad de cada persona, se realice un compromiso eficaz para con el pueblo que sufre, se viva en coherencia con los principios que se pregonan y se cumplan las promesas de parte de cada candidato o candidata.

Una Palabra de esperanza

Expresamos una palabra para el Pueblo en medio de sus tensiones y ansiedades, de las cuales también somos parte como comunidad: palabra que a la vez anuncia y denuncia; palabra de consuelo y esperanza, audaz y eficaz, iluminada por Aquél que es la Palabra Viva, Jesucristo, en quien encontramos un punto de convergencia. Él nos enseñó el principio supremo del amor hacia todos y todas. Él es el vencedor de la muerte, y nos ha dado su Espíritu Santo “para que tengamos vida, y vida en abundancia” (Juan 10,10).

“Dios le ofrece al ser humano la posibilidad real de superar el mal y de alcanzar el bien. El sentido y el fundamento del compromiso cristiano en el mundo derivan de esta certeza, capaz de encender la esperanza…”[5] Queremos afirmar la esperanza como necesaria y posible en Puerto Rico, y nos ofrecemos decididamente a colaborar para levantar esa esperanza, en el nombre del Señor.

En Caguas, Puerto Rico, durante la Semana anual de la Diócesis, a 13 de noviembre de 2011, firmada por el Obispo, presbíteros, diáconos, consagrados, delegados y delegadas a la Asamblea Diocesana de Pastoral.

† Rubén A. González Medina, cmf, Obispo

[1] Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Iglesia, no.7.

[2] Documento de Aparecida, no. 16.

[3] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, número 527.

[4] Ibid., 83.

[5] Ibid., 578.